21 marzo 2006

Con tanto amor

Sobre las once de la noche estaba previsto que diera comienzo el concierto de Doctor Divago en Alicante. A las once menos cuarto el local estaba cerrado a cal y canto. No pudimos evitar que la incertidumbre se adueñara de nosotros, provocando que nos cuestionáramos si realmente el concierto sería allí o finalmente en un local que tiene el mismo nombre, pero que se encuentra en otra zona de la ciudad. Decidimos ir a lo práctico, esperar. La calle estaba completamente desierta pero por suerte había un par de locales cercanos donde podíamos tomarnos alguna copa mientras hacíamos tiempo.
Eran las once en punto cuando decidimos regresar al local. Desde la acera de enfrente, lo vimos. Seguía cerrado. Pero al instante alguien comenzó a subir la persiana metálica que cubría la puerta principal. Un chico que andaba por allí cerca nos comentó que también iba al concierto. Ya no estábamos solos y por la puerta asomaban un par de carteles que lo anunciaban. Estábamos salvados, no nos habíamos equivocado (esta vez no) de lugar.
Tras un pequeño percance con el cajero automático volvimos a la sala, esperando encontrar ya cierto tumulto de gente. Nada más entrar nos hicimos con los discos que vendían en taquilla: Jugando a pillar en el limbo (single) y el homenaje a 091 (Canciones de cuna y de rabia). Dentro, unas cuantas personas se reunían en pequeños grupos de tres o cuatro. Había unos cinco grupitos (contándonos a nosotros mismos, que éramos dos). Y no vino nadie más. Vimos a Manolo Bertrán asomarse varias veces desde el “camerino” (por llamarlo de algún modo, porque parecía más un “cuarto trastero”, que otra cosa) y a mí se me caía el alma a los pies. No me podía creer aquello. Que estuviese a punto de tener lugar un concierto de tal calibre y que el número de miembros de la banda casi superara al del público (menos mal que no estaba Chumillas y así eran menos).
Hartos de esperar, los Divago salieron al escenario. Sin mediar palabra empezó a sonar “Con tanto amor”. Enlazaron algunos temas, sin hacer ningún tipo de pausa entre una pieza y otra. En otras ocasiones la anunciaban previamente, y en alguna hubo dedicatoria incluida. Aunque conociera todos los temas del grupo al dedillo, (que confieso que (todavía) no es así, pues hasta ese momento sólo había escuchado sus dos últimos discos) no sería capaz de recordar todos los que tocaron, ni el orden en que se sucedieron. Así, a vuela pluma, puedo nombrar “Tirando a dar”, “Un minuto antes de la realidad”, “Los tontos buenos tiempos”, “Tres billones de latidos” o “El vagabundo de las azoteas”. Perdí la noción del tiempo. Me dediqué a sentir la música, a dejar que me envolviera el sonido… y a hacer fotos poseída por un espíritu de reportera fotográfica que me da de vez en cuando. En mi opinión, de poco entendida en la materia, me pareció que el sonido fue realmente bueno (a pesar de que luego Manolo Bertrán no pareciese demasiado convencido al respecto) y las voces sonaban estupendamente, con una gran potencia. Sonido y voz se compenetraron a la perfección, sin quitarse protagonismo el uno al otro en ningún momento. El único fallo “técnico” que pude percibir fue cuando Edu (bajo) mantuvo una corta pero intensa reyerta con su micro. Pero todo se solucionó en cuestión de unos pocos minutos.



Lo que me gustaría destacar de este concierto fue la entrega del grupo con el público. A pesar de que éramos pocos el grupo lo dio todo, tocaron animados, con ganas, con entusiasmo, disfrutando de cada nota. Al menos eso fue lo que me transmitían. Y ese entusiasmo y pasión por lo que hacen inevitablemente podíamos sentirlo todos los que estábamos allí, que no podíamos evitar dejarnos llevar por la música.
Disfruté mucho. Y me sorprendió comprobar que ya había pasado más de una hora cuando se despidieron por primera vez. Pedimos más. Y nos lo dieron. Volvieron para ofrecernos más canciones.
A la voz de “¿Qué queréis oir?” De Manolo Bertrán, alguien del público tuvo la “magnífica” idea de sugerir “algo de 091”. Indescriptible la mirada de Bertrán en este momento de la noche. A mí me pareció incluso que el tiempo se detenía en ese instante y que la sala se inundaba de un ambiente gélido y hostil. “¡¡Algo de los Chichos!!” gritó otro, para terminar de arreglarlo. Yo, en un momento de inspiración, dije algo de no se qué “Tormentas imaginarias” o algo así, fue un lapsus repentino… pero bueno, por suerte mi tono de voz no es muy elevado. Nadie se enteró, creo. Finalmente, y como estábamos todos tan inspirados, el grupo nos regaló unas cuantas canciones más, cuidadosamente seleccionada por ellos. Fue un bis glorioso, extenso, y muy agradecido. No podíamos aplaudir más porque no teníamos más manos, y porque no había más gente. Pero lo hicieron genial, para mí lo bordaron. La ausencia de Chumillas y su armónica, que proporciona ese sonido tan característico al grupo, se notó lo mínimo gracias a la profesionalidad de la banda, aunque confieso que en algún momento eché de menos ese instrumento y alguno de sus brillantes solos (como el de “No tan bueno”). Pero Doctor Divago es un gran grupo y así lo demostraron, haciéndonos vivir un magnífico concierto. Ya estoy deseando volver a verlos en directo, aunque me temo que por Alicante se lo pensarán dos veces antes de volver. Supongo que la próxima seré yo la que acuda en su busca.
Una vez finalizado el concierto la gente fue abandonando la sala. Hubo algunos problemas a la salida, donde se produjo una especie de efecto embudo por el cúmulo exagerado de personas. Pero quitando esto y algún que otro desmayo entre más de una fémina del público, el concierto transcurrió con normalidad. Los guardias de seguridad y la Cruz Roja se encargaron de mantener el orden y la calma.
Unos minutos después tuvimos la gran oportunidad de conocer a los miembros del grupo y Manolo se encargó de poner la guinda a la noche (¡¡mil gracias!!). Finalmente no ejercí de auténtica “grupie” y olvidé pedir una dedicatoria en el disco, o una firmita en la espalda, pero tal vez era esa sensación de cercanía, de familiaridad y calidez lo que hacía que en esos momentos no se me ocurriera semejante idea. Otra vez será.
Y una cosa es segura, este ha sido mi primer concierto, pero no será el último. Hace falta más grupos así, que se entreguen y sientan la música con tanto amor

13 marzo 2006

Tres billones de latidos

Al fin en directo. No ha pasado mucho tiempo desde que escuché por primera vez aquella canción y, sin embargo, me encuentro ilusionada como si llevara años esperando este momento. El primer concierto de Doctor Divago, el mío por supuesto, pues estos valencianos llevan ya unos cuantos años dando guerra sobre los escenarios españoles. Y la emoción de imaginar ese sonido en directo, en una no excesivamente gran sala, gozando de su música y de la cercanía con el público no hace más que aumentar la espectación y, por supuesto, la emoción.
A pesar de las sospechas de que Chumi no podrá deleitarnos con su ya famosa armónica, presiento que éste será el primero de los muchos conciertos que me esperan de este sorprendente grupo.
Tres billones de latidos, se concentrarán por fin... El 18 de Marzo en Confetti Sala (Ruta de la Madera), Alicante.

07 marzo 2006

Rescátame

Quiero oírte hablar de sombras y fantasmas,
de sueños y el color de la desilusión,
de tormentas y de sol, de guerras y de armas,
de estrellas adivinos y siempre de amor
Rescátame


[Rescátame, Los Débiles, 1997]





Rescátame.

Cuando vea los sueños diluirse entre los charcos de realidad que las tormentas, imaginarias, dejaron ayer. Cuando veas rendirse al equilibrista, tomando impulso para saltar al vacío, y destroce sus ilusiones contra los muros del desencanto. Cuando las dulces lágrimas de nostalgia se tornen amargas, derramando ríos de desesperación.
Rescátame.

Si las palabras ya no tienen fuerza, y se diluyen entre ecos de rencor. Si el sueño pierde sentido, y su escarchado brillo se evapora al despertar. Si las manecillas de mi reloj marcan las horas muertas. Si me adelanto. Si llego a tiempo. Si dejo de buscar. Si me salvo.
Rescátame.

Cuando me veas silbando esa canción, y mientras, no luzca una sonrisa.
Si me ves perdida en el laberinto, buscando una salida. Cuando piense que todo es nada, que todo es verdad y nada es mentira. Si huyo del imposible. Si me siento frente a ella. Si dejo de levitar. Si olvido cómo volar. Si crezco.
Cuando me veas despertar... Rescátame.


Raquel




Imagen: El Vertiginoso Atleta Moral (http://www.bluethinking.com/evam)