25 agosto 2008

Diario de una ausencia (2)

Voy al cine
con el inconsistente pretexto
de diluir tu ausencia.

Entrada para uno.
Fila nueve, sexta butaca.
Sólo veo parejas
y pequeños grupos
que dulcemente
sonríen,
comentan,
bromean.
Se me anuda en el alma
la dicha ajena.

Palomitas para uno.
Recipiente pequeño,
botella de agua.
Ocupo mi asiento
en la oscuridad.
Es acogedor saber
que nadie me ve.
Esconderme
es un privilegio
que sólo yo conozco.

Película para uno.
Aún se me hace raro
apretar en un puño
mi entrada solitaria.
O la mirada del acomodador
que me observa
compasivo
como al animal que alguien
dejó olvidado
en una cuneta.
Quisiera gritar
que no estoy sola.
De alguna manera
sigues conmigo.

Lágrimas para uno.
Recuerdo las películas
que vimos juntos.
En la penumbra del hogar
-ése que se me derrumba-
o en la sala de un cine
como éste.
Hay algo absurdo
en la soledad
de una película compartida
con decenas de desconocidos.
Sin querer comento,
hablo en voz alta.
Al fin libero sílabas
-pequeñas-
que nadie atiende.
Sin embargo
ya no resulta extraño
que hable sola.

A mi lado hay un asiento vacío,
y me aterra pensar que este no hablarte
sea el epílogo
de un absoluto final.

2 Comments:

At 1:11 p. m., Blogger sb said...

no es tan extraño el cine para uno, vivimos en los tiempos de la individualidad, nuestra felicidad siempre por delante de todo y de todos.. no es de extrañar que al final acabemos como pequeñas burbujas flotando en un espacio vacío...

 
At 12:17 p. m., Blogger Raquel said...

Es cierto. La sociedad destapa nuestro yo más egoísta. Sin embargo al solitario se le sigue viendo como a una especie de extraterrestre inhumano. Acabamos en pequeñas burbujas, pero rodeados a su vez de otras tantas. Solos en medio de mucha gente.

 

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