28 noviembre 2006

Breve reflexión (II)

Un poco más

De todo lo que fui nada me queda
y aquello adonde voy quizá no exista.
Olas rompientes, glorias al minuto,
¡haced que aún dure un poco mi alegría!

No, nunca volveréis, pues nada vuelve,
no volveréis, oscuras golondrinas,
aunque yo siga aquí, mirando lejos,
buscando no sé qué tras la llovizna.

No hay futuro si no hay también pasado.
Ya nunca volveré como solía.
Llueve y llueve a menudo. Ni se siente.
Y es la continuidad, melancolía.

Entonces uno escucha en lo secreto
su loco corazón. Y unos latidos
que son como explosiones en la nada
nos dicen la verdad: que estamos vivos.

¿Hasta cuándo? No sé. Bello es el mundo
en esa suspensión siempre en peligro.
Me exalta lo inmediato: su repente.
Y soy lo no continuo en cuanto existo.

Alegría de mis mil sin-razones,
pasajera y falaz, ¡oh tú, mentira!
Que me inventas y dicen palpitante,
¡ay, dura, dura, dura todavía!



Gabriel Celaya


Nos hallamos suspendidos en peligro, esperando a que lo extraordinario irrumpa en la continuidad de cada día, y nos exalte. Somos cazadores (depredadores al acecho) de sueños a nuestro alcance. Pequeñas ráfagas de aire fresco que mecen nuestro flequillo y golpean el corazón. Momentos privilegiados y perfectos que otorgan dosis concentradas y súbitas de felicidad. Bellas mentiras que nos recuerdan que seguimos vivos. Bellas mentiras que se desvanecen, dejando una tenue estela a su paso. Esas que siempre vuelven... esas que nunca se repetirán.