06 febrero 2006

Muñecos de trapo


Sólo soy un muñeco de trapo.
Se derrite tu mirada como el azúcar a punto de caramelo. Dorada, brillante, solícita. Intuyes mi desprecio y aún así, o tal vez así, más me añoras. Ignorante de la tormenta que me agita, ajeno por completo a las caricias ausentes que recorren hoy, ahora, en este mismo instante, eternamente, mi piel cansada. Son tus labios melancólicos de mí los que me atan con invisible cadena a una vida sembrada de sombras y desencanto. No sé imaginarte.
Un muñeco, sí, de trapo.
Y de nuevo tus ojos en los míos, respirando el silencio que me delata. Mis ojos culpables, posados en las manos cuyos dedos entrelazas. Bajo una máscara de serenidad disfrazas el dolor que te causan mis mentiras. Mi verdad. No sabré jamás imaginarte.
Y es así, con tus ojos dulces, perdidos en algún punto inconcreto, cuando pienso en lo cruel que es el azar. Azaroso destino del que somos marionetas. Yo preguntándome quién mueve los hilos de quién, tú preguntando la hora. Sé lo que eres, y lo que soy.
Un muñeco de trapo, tan sólo. Tan solo.


Raquel