15 enero 2006

Perdedores


Tenía razón el solitario...
poco tenemos que perder:
¿Recuerdas cuando nos quedamos dormidos en el carrusel...
...el carrusel abandonado?

(José Ignacio Lapido, "El carrusel abandonado", 2002)

Podría decir que en el fondo me gusta perder, o que siempre he perdido. Y si me desnudo ante vosotros veréis a un alma sembrada de fracasos, de intentos truncados, de promesas rotas o sueños suicidas. Zurcí con hilos de oro todos los agujeros de mi túnica raída por el tiempo creyendo que así, tal vez, los parches taparían las rendijas por las que la esperanza, poco a poco, se escapa. Que ingenua fui. No hay remiendos que curen la desdicha del perdedor, ni ilusiones renovadas que alivien el tedio. Hay días en los que la rutina se convierte en una especie de función de teatro condenada al abucheo, sabemos de sobra que el público acabará tirándonos piedras en lugar de aplausos. Pero volvemos, cada día, a intentarlo de nuevo.
Decimos que somos unos perdedores y que siempre perderemos. Es el consuelo irónico del que, paradójicamente, se rebela contra todo aquello que le ha sido negado. Y que acepta como un regalo lo que los demás son incapaces de imaginar.
A pesar del desencanto afinaremos, por si acaso, las guitarras.


Raquel